Cultivar la Compasión, más allá de la Empatía
Por Juan Carlos Cubeiro
Ayer por la tarde fui a ver con Zoe ‘El instante más oscuro’
(Darkest Hour) de Joe Wright (2017). Guión de Anthony McCarten (basado en su
propio ensayo) y una interpretación de Óscar de Gary Oldman (el maquillaje de
Kazuhiro Tsuji es impresionante). Una peli imprescindible para quienes nos
apasiona el Liderazgo. Puedes comprobar el estilo visual de este director británico
en ‘Orgullo y prejuicio’ (2005), ‘Expiación. Más allá de la pasión’ (2007), ‘El
solista’ (2009), ‘Hanna’ (2011) y ‘Anna Karenina’ (2012).
La película se centra en los días que van desde el
nombramiento de Winston Churchill (1874-1965) como primer ministro (mayo de
1940) hasta Dunkerque (4 junio de 1940: se evacuaron 338.226 soldados aliados
en la operación Dynamo y 141.171 en la operación Aniel; los nazis hicieron
100.000 prisioneros). Me ha hecho pensar especialmente en el papel de su
esposa, Clementine (1885-1977) (el tándem es la unidad mínima de Liderazgo) y
en el contacto previo con el pueblo inglés de su famoso discurso ‘Lucharemos en
las playas’ (al Parlamento, 4 de junio de 1940):
www.lasegundaguerra.com/viewtopic.php?t=8828 Es su segundo gran discurso,
inspirador, tras el de ‘Sangre, Sudor y Lágrimas’ (13 de mayo). Y el hecho de
que el líder primero escuche atentamente a las bases (como lo hizo Enrique V de
Inglaterra la noche previa a la batalla de Agincourt, según la obra de
Shakespeare). En tiempos híperVUCA, el “movimiento” Agincourt” (el hecho de que
el/la CEO se reúna periódicamente con un pequeño grupo de sus empleados de
primera línea, para tomar un café y escucharles) resulta más importante que
nunca.
Churchill es un personaje fascinante. ‘El instante más
oscuro’ se complementa con otra reciente, ‘Churchill’ (Jonathan Teplitzky,
2017), que he comentado en este blog. Sir Winston acertó con Dunkerque y se
equivocaba contra el desembarco de Normandía. En 1945, 5 años después, con los
estadounidenses en la contienda, el poder ya no estaba en sus manos. Sigo
pensando que “el factor Churchill” sigue siendo esencial en el Liderazgo.
He estado leyendo ‘The Compassionate’ Achiever’ (El
Triunfador Compasivo) del Dr. Christopher L. Kukk. Gracias, Diana, por la
recomendación y el préstamo.
Christopher Kukk es profesor de ciencia política y social en
la West Connecticut State University y director del Centro por la Compasión,
Creatividad e Innovación.
“La gente compasiva acaba en la cima… juntos”, nos enseña el
autor. No sólo es cualidad de las buenas personas, sino que la compasión
predice el éxito. “Cuando practicamos la amabilidad, somos los primeros que la
aprovechamos” (Rumi). Charles Darwin ya lo anticipó (fue Herbert Spencer, y no
Darwin, quien declaró “la supervivencia de los más aptos”). Edward O. Wilson
(de quien la Dra. Leonor Gallardo y un servidor hablamos en ‘Los Mosqueteros de
Guardiola’) ha demostrado las ventajas únicas de la cooperación en los insectos
(“superorganismos”). El científico social James Q. Wilson (El sentido moral)
considera a la compasión nuclear para la humanidad. La antropóloga Karen Strier
(cuyo trabajo se ha comparado a Jane Goodall o Diane Fossey) la conecta con la
flexibilidad, la tolerancia, la cooperación y el afecto. El neurocientífico
Leonardo Christov-Moore ha demostrado que nuestro cerebro está dirigido para
colaborar y que el egoísmo es una anomalía. Paul Zak (La molécula moral) nos
habla de ‘Oxytocin’ (la oxitocina) como hormona ligada al cariño, la empatía y
el altruismo. Stephen Porges, psicólogo y fisiólogo, llama al nervio vago, “el
nervio de la compasión”. Psicólogas como Datchner Keltner y Nancy Eisenberg han
llegado a conclusiones similares.
La compasión nos lleva al éxito (Kahtleen Vohs, Universidad
de Minnesota), al desarrollo económico (Mariano Grondona: “Sólo nuestros
valores intrínsecos son inagotables”), a mayor autoestima y mejor salud (Rachel
Piheri, Johns Hopkins University y Kathleen Lawler, Universidad de Tenesse), a
mayor resiliencia (Jerilyn Roos), a un entorno más feliz y productivo (Sigal
Barsade, Wharton y Olivia O’Neill, George Mason University: la compasión
provoca el triple de fidelización del talento, 1’7 mayor satisfacción y 1’4
mayor engagement, porque le da mayor sentido al empleo), mayor rendimiento
académico (Columbia University, 2015; un ROI del 1.100%) y refuerza la salud
politica, cívica y económica de las comunidades humanas (Paul Zak, Claremont
University).
¿Por qué está menguando la compasión? Porque mucha gente no
es consciente de sus beneficios (el individualismo cotiza al alza,
desgraciadamente), porque se percibe como una debilidad y no como una
fortaleza, porque muchos creen que no se puede aprender. Se puede y debe
desarrollar, cultivar la compasión.
“No hacer nada por los demás es no hacer nada por nosotr@s
mism@s” (Horace Mann). Christopher Kukk nos propone un programa en cuatro
pasos, LUCA, para cultivar la compasión:
- Listen (Escuchar para aprender sobre el problema u
oportunidad de mejora).
- Understand (Comprender para saber qué opciones pueden
ayudar).
- Connect (Conectar con las habilidades necesarias).
- Act (Actuar para resolver el problema y mejorar).
“Hay una solución compasiva para cada problema”.
La mayoría de nosotr@s oye, pero no escucha atentamente.
Para ello, tres habilidades: Centrar la atención con el TAR (en inglés, Pensar,
Actuar, Revisar), Saber cuándo y dónde preguntar (mayéutica, “Juzga a una
persona por sus preguntas y no por sus respuestas”, Voltaire) y Descubrir el
significado del silencio (abrazarlo, interpretarlo, observar la comunicación no
verbal, la presencia).
En la comprensión hay otras tres capacidades valiosas:
Reconocer la mentalidad (“mindset”) de la otra persona a la que tratas de
ayudar, Desarrollar nuestra inteligencia emocional para fortalecer la
comprensión y Generar conexiones entre las personas, los datos y las ideas para
alcanzar nuevos retos.
Respecto a la mentalidad, el autor aplica las tres posibles
respuestas del cerebro reptiliano al miedo, al estrés, a la ansiedad (lucha,
bloqueo o huida) a nuestras mentalidades: Los “conocenautas” (knownauts), que
vuelan hacia la información (se les ayuda preguntando), los “amurallados”
(knoxers, por Fort Knox), que se defienden contra la nueva información desde su
“mentalidad fija” (Carol Dweck), que se les ayuda incorporando nueva
información a su punto de vista, y los “congelados” (kneers), que se bloquean
ante nueva información (se les ayuda elevando su autoconfianza). Interesante
tipología la de las tres respuestas de nuestro cerebro instintivo, el más
primitivo, y cómo actuar desde la compasión.
Para desarrollar la inteligencia emocional, ya sabes:
reconocer nuestras emociones, gestionarlas adecuadamente, auto-motivarnos (me
ha recordado el libro ‘Atrévete a motivarte’ de Jorge Carretero con un
servidor), gestionar las relaciones y reconocer las emociones en l@s demás. Los
cinco dominios de la Inteligencia Emocional en la práctica.
Esencial la diferencia entre Empatía y Compasión, porque no
son realmente sinónimos. Empatizar es sentir la misma emoción que la otra
persona; Compasión es la amabilidad con el otro. Es interesante comprobar que
nuestro cerebro tiene muy clara la diferencia, porque en la compasión activa
las mismas áreas que en el amor; en la empatía, las mismas áreas que el dolor.
Para salir de la “fatiga de la empatía” y entrar en el “brío de la compasión”,
Kukk nos recomienda pasear, leer, imaginar y por supuesto escuchar (como
hicieron Churchill y Enrique V, como hacen tod@s l@s grandes líderes).
Para conectar, convertir los datos en conceptos y las
relaciones en redes. “Nuestro cerebro depende de las conexiones para salir
adelante” (Olaf Sporns, ‘El futuro del cerebro’). Hemos de abrazar las
“conexiones contraintuitivas”: la paradoja de Parrondo (jugar alternativamente
a dos juegos con alta probabilidad de perder nos lleva a una expectativa
ganadora). Contamos con el poder de las redes sociales. Para ser un/a
“conector/a” (Malcolm Gladwell), el autor nos sugiere destapar nuestro
potencial, expandir nuestros retos, elevar nuestra perspectiva (“creen porque
creen que pueden”, Virgilio). Recuerda los nombres de las personas, lo que
piensan (más que sus atributos físicos) y lo que las hace únicas. Coopera desde
la escucha, una zona psicológica segura y el beneficio mutuo. Expresa Gratitud.
Evita expectativas (l@s líderes-coaches entrenan, no dirigen; desarrollan, no
utilizan a las personas; dan crédito a los demás, no se lo quitan; dicen
“vamos”, no “ve”. Un equipo compasivo es sinérgico, innovador y ganador, porque
busca constantemente oportunidades y se maneja en un lenguaje positivo.
Actuar para resolver (mi admirado Fernando Botella lo
llamaría ‘Factor H’, el de Hacer): Superar los miedos, Desarrollar la
responsabilidad y la resiliencia, Practica el zazen (“arte de no hacer”).
La valentía para superar el miedo: diálogo interno como le
hablarías a tus mejores amig@s, encuentra un “mantra poderoso” (una frase que
te/os active), habla contigo no como “yo” sino con tu nombre de pila (reduce la
ansiedad, Ethan Kross, Universidad de Michigan), media. Edúcate desde las
preguntas. Sé optimista inteligente (el mejor predictor del éxito, según Albert
Bandura, son las creencias sobre el mismo; Sophia Chon, de la Universidad
Nacional de Taiwan, ha demostrado que el optimismo que funciona no es el
idealista, sino el realista: poner atención, superar obstáculos). Aprende del
error (no lo conviertas en fracaso). Y por supuesto, emplea tu talento con
otras personas: coordinación, colaboración, “espacio negativo” (Pagan Kennedy,
‘Inventología’): un lugar donde se comparten las ideas, desde la humildad y la
vulnerabilidad; un ABCD (Above and Beyond Call of Duty, más allá del deber).
Para elevar la resiliencia, Kukk nos propone estar con gente
que cree en nosotr@s, reír más, ser más adaptables, hacer una cosa cada vez,
tomar la colina y seguir avanzando, encontrar el valor intrínseco en lo que
hacemos.
“No hacer” (nondoing): “La manera de hacer es ser” (Lao
Tse). Se practica desde la calma, usando nuestras emociones, vagabundeando,
siendo pacientes. Lo más difícil es aguantar.
Finalmente, el “efecto onda” (Ripple Effect): establecer una
comunidad de aprendices, desde un liderazgo valiente. “Ilumina, y la oscuridad
desaparecerá” (Erasmo de Rotterdam). No confundamos “One”, “Own” y “Won” (ser
los primeros, poseer y ganar). Somos seres sociales (zoon politikon,
Aristóteles) cuya virtud (areté, nuestro potencial) sólo puede alcanzarse
socialmente.
Un libro muy valioso éste del @DrChrisKukk. La compasión, de
la que el budismo ha hecho concepto central (todo ser vivo merece la piedad
cuidadosa, la solidaridad), presente en el cristianismo (el buen samaritano),
Aristóteles (ayudar al que sufre sin merecerlo), quijotesco (el “spanish
shame”, opuesto al “Shadenfreude” en alemán, la alegría por la desgracia
ajena), olvidado por el capitalismo salvaje. Esencial en esta nueva era, en el
Talentismo. Me imagino que la semana que viene en Davos, en esa voluntad de
generar un futuro compartido desde una sociedad fracturada, estará muy presente.
Arancha Merino, autora de ‘Haz que cada mañana salga el
sol’, nos regala en su blog: “La compasión va mucho más allá de la empatía. No
sólo es situarse en el lugar del otro, sino además solidarizarse con sus luchas
interiores. Es desear que el otro esté libre de sufrimiento. Para ser compasivo
es preciso no juzgar, y responder de una manera comprensiva. Es ese hombro
amigo que te va a acompañar, cálido y cercano, sin pedirte explicaciones, sin
darte consejos que en esos momentos no necesitas, sin opinar. Practicarla ayuda
en nuestras relaciones, pero lo que es más importante, nos sosiega y serena la
mente. El camino más eficaz para ejercerla con los demás comienza aceptando
nuestras propias singularidades. Si soy capaz de criticarme por ser despistada
y perder las llaves o las gafas o el paraguas, seré más comprensiva con las
personas distraídas, evitando criticarlas.
Es sano y beneficioso ejercitar la compasión, pero ¿qué pasa
con nosotros?, ¿quién va a ser compasivo con nosotros? Pues nosotros mismos.
Esta es la autocompasión, que consiste en darnos cariño y amistad. Aceptarnos
como somos, en lo bueno y en lo malo, interiorizando mensajes motivadores que
nos impulsen. Evitar enjuiciarnos y sustituir la intransigencia por tolerancia
y comprensión. Es muy diferente lamentarse: “estoy gorda como una vaca, no
soporto mi cuerpo” que sincerarse: “acepto mi cuerpo, voy a tratarle con cariño
y cuidarle porque quiero que esté sano y libre de toxinas”. Normalmente cuando
estamos decaídos y nos encontramos mal tendemos al autocastigo y a la
autocrítica: “seré estúpido”, “estas cosas sólo me pasan a mí”, “soy un
completo inútil”. Gracias, Arancha, por estas reflexiones y consejos.
La canción de hoy (no la conocía hasta ayer), ‘Goodbye
Lover’ de James Blunt: www.youtube.com/watch?v=UOtSOOfjAfE Un sentimiento de
arrepentimiento.
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